Estoy en el punto nemo, más cerca del cielo que de la tierra, más cerca de la locura que de la cordura, más cerca de aceptar que es mi culpa que de entender que ocultas.
Nada.
Es el espacio más molesto de mi vida.
Tu silencio es el ruido que no cesa en mi cabeza.
La forma de resolver te queda grande para ciertas circunstancias.
Te detesto.
Que la sombra de tu presencia está tan cargada de rencor que ciega aquello que quiero que mires.
No se que hice.
No entiendo el motivo de mi pluma de querer buscarle lo poético a esto que me mueve para mal.
Es mi culpa.
Aunque no entiendo tu forma de ser, la verdad es que nunca la comprendí del todo.
Que eres tan avaricioso y tan arrogante que no me pareces merecedor de la gloria de decidir por mi.
Te odio.
Porque te quiero tanto que tu indiferencia me duele.
Te pediría perdón si entendiera que parte de mi te lastimo.
Que fragmento te corto.
O que verbo de mato.
Pero aun tengo el valor suficiente para saber que no debo buscarte.
Que si de ser orgullosa se me acusa, lo acepto directo del que se dice pecado.
Mereces pensar primero por ti.
Así signifique desechar el desperdicio de mis heridas causantes.
Mereces estar bien.
Porque tener la capacidad de entenderte y apoyarte así no sepa la causa de ser.
Es más de la reciliencia qué puedo dar por alguien que no me quiera contar.
No te culpo de nada.
Nunca te juzgaría por nada.
He internamente se que no te abandonaría por nada.

